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El espacio público, una responsabilidad disfrazada de queja

Por: Ana María Flórez Bueno @JuanaBenoit (Estudiante de Comunicación Social-Periodismo de la UCP)




[caption id="attachment_3498" align="alignright" width="300" caption="Carrera octava en Pereira. Foto: Jaime Salazar"][/caption]
Pereira es la ciudad del país con menos espacio público. Con dos metros cuadrados por habitante, dato del Conpes (Consejo Nacional de
Política Económica y Social), la Perla del Otún atraviesa una gran crisis de adecuación y control del espacio público. Todos los días sus ciudadanos coexisten en un campo de batalla por lo que pareciera no ser de nadie pero en realidad, es de todos.
La Organización Mundial de la Salud estima un indicador óptimo de 10 a 15 metros cuadrados de zona verde por habitante, y resalta que las vías peatonales y las zonas verdes entre viviendas estimulan la actividad física y disminuyen el impacto de la contaminación.
Según la Ley 9ª de 1989 y el Decreto 1504 de 1998 el espacio público es el “conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados por su naturaleza, por su uso o afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses individuales de los habitantes”. El espacio público tiene diversos componentes, que van desde las plazas, parques urbanos, andenes, bulevares, parques naturales, puentes y calles peatonales, zonas de parqueo permitido hasta todos los elementos del mobiliario urbano.
Pereira, la ciudad amable, la ciudad sin puertas. Región de oportunidades. Con una gran industria textil a sus alrededores y además con una red vial de fácil acceso por el Quindío, el Valle y Caldas, proyectó una imagen de ciudad fuerte en comercio, en la que había espacio para muchos, y fuentes de trabajo ilimitadas. Pero no bastaba con eso, también sus gobernantes quisieron una ciudad bella, y de la mano de lo comercial invirtieron en mega construcciones, como Ciudad Victoria, Expofuturo, Unicentro, Megabús o Parque Arboleda, proyectos encaminados al desarrollo económico de la ciudad y por supuesto de los habitantes.
Hoy en día, con ayuda de la publicidad, políticos, empresarios y pereiranos atestiguan con orgullo sobre el gran progreso que ha tenido la ciudad, pero ¿acaso el desarrollo es solo un gran edificio o un gran autobús verde con carril propio?. Mirando con profundidad los hábitos sociales y la ciudad desde la calle y no desde sus grandes construcciones ¿qué vemos?
La estrechez y el empobrecimiento del espacio público en Pereira es una realidad, que aunque es normal en el proceso de crecimiento de cualquier territorio, modifica la visión que los ciudadanos tienen de ciudad y cambia los hábitos y usos del espacio, pero ¿son los ciudadanos conscientes de que el espacio público les pertenece?
Por otro lado, el medio ambiente ejerce gran influencia en la manera como sienten, piensan y se comportan los seres humanos. Entonces ¿ofrece Pereira bienestar emocional? o ¿se puede afirmar que la contaminación auditiva y la densidad espacial se reflejan en el poco sentido de pertenencia con la ciudad, por parte de los habitantes?
Esfuerzos por regular el comercio informal
Ubicándose en el centro de la ciudad, se aprecia que los andenes están totalmente ocupados por  vendedores informales, que no tienen espacio ni siquiera entre sus mismos negocios. Si se va por el andén y quiere bajarse a la calle se tiene que ir hasta la esquina para poder hacerlo. Los peatones van siempre de afán como tratando de huir. Esto se ve reflejado por ejemplo en la carrera Octava entre calles 18 y 16 donde resulta más cómodo caminar por la calle, evitando la cantidad de puestos de comercio informal.
[caption id="attachment_3500" align="alignleft" width="300" caption="Peatonal de la calle 18 con octava."][/caption]
Se ofrece todo tipo de productos, toallas, juguetes, comida, artesanías, zapatos, películas, frutas, joyas, libros o ropa. Los andenes por sí solos parecen cacharrerías. Y por si fuera poco los negocios que sí tienen un local, sacan sus productos también a los andenes en estanterías. Es una riña constante por el cliente. Otros más osados sacan parlantes y ponen música con fuerte volumen, al que solo le bajan cuando algún improvisado locutor, del mismo negocio, repite las frases: ‘Bien pueda siga por aquí’, ‘¿Qué necesita? se le tiene’, ‘El reloj  que escoja solo por 5000’, ‘Lleve los Tenis rebajados, solo por hoy’… ‘¿Y este cuanto vale?, hágale mami que yo se lo dejo bien baratico’.
En un informe de Corpocontodos, (corporación sin ánimo de lucro, que vela por la continuación de las políticas públicas en el control y mantenimiento del espacio público), se reúnen las acciones que anteriores gobiernos locales han desarrollado para mejorar la calidad del espacio público. La administración de Juan Guillermo Ángel en 1984, trasladó a los vendedores informales al Centro Comercial San Andresito. Luego, con Ernesto Zuluaga Ramírez en 1992 se construyó el Centro Comercial La 17. Después, la administración de Martha Helena Bedoya, en el 2002 quiso organizar a los vendedores en una Cooperativa e implementar bazares;  y con Juan Manuel Arango, en el 2007, se creó el centro comercial de la calle 13. Según la corporación, esos esfuerzos, aunque valiosos, han carecido de continuidad.
Parece que el problema tiene mucho más fondo. Pereira es hoy la tercera ciudad del país con mayor nivel de desempleo, índice de 16.7, lo que equivale a 54.000 personas desocupadas según cifras del DANE. Al no existir opciones de empleo formal, la gente se rebusca el día a día en la informalidad.
La anterior administración municipal de Pereira, en cabeza de Israel Londoño, en un esfuerzo por controlar el comercio en calle y organizar a los vendedores, inició en el 2008 un proyecto en convenio con la Universidad Católica de Pereira, el “Plan Integral de Manejo de Ventas Informales”, también conocido como Pacto Cívico. En las diferentes fases del proyecto se analizaron las zonas críticas de ocupación indebida. Se recolectaron los datos socioeconómicos de los vendedores informales y se creó el Ruvip (Registro Único de los Vendedores Informales de Pereira) que recogió a 1478 vendedores informales, no de toda la ciudad, sino de las carreras cuarta a la trece y las calles 11 a la 26, según lo consiga el libro ‘Espacio público y comercio en calle. Ventas informales, experiencias Pereira, Colombia 2008 – 2010’.
Por otro lado los vendedores se organizaron, eligieron unos líderes y así se formaron las mesas de trabajo entre todos los actores del proyecto, los del comercio formal, informal y la administración. Después de varias reuniones en las que se adquirieron compromisos, el 19 de abril del 2009 se firmó el Pacto Cívico.
Los vendedores se comprometieron a tener un buen comportamiento en el espacio público y a controlar la llegada de nuevos comerciantes. La administración se comprometió a darles capacitación y dotarlos con módulos (dispositivos fijos para guardar y exhibir la mercancía) para la venta más cómoda de sus productos.
 
Figuras visibles e invisibles
En el pasaje peatonal de la calle 18 y otros lugares del centro de la ciudad, hoy en día se pueden encontrar los módulos. Fernando Álvarez Luna, gerente de Coarcenper (Cooperativa de Artesanos del Centro de Pereira), opina que aunque las cosas han mejorado en cuestión de orden, ni los artesanos ni la administración han cumplido con sus responsabilidades. “Brindaron cursos gratis de relaciones humanas, de contabilidad y muchas cosas, pero cuando yo invitaba a los compañeros nunca tenían tiempo”. Luna, de 65 años y 20 como artesano, dice que la poca disposición de sus compañeros para participar en las actividades lo desanima.
Héctor Medina, artesano también, asegura que los módulos que les entregaron no están hechos para el tipo de mercancía que ellos venden. “Yo tengo que venir, cargar mis tablas, cargar la mercancía, pagar un parqueadero y se me van cuatro horas organizando… el módulo en si es un cajón en acero y sobre ese cajón yo tengo que ingeniármelas a ver como exhibo  mi mercancía… eso es algo para aparentar que se le esta dando una solución al problema del espacio público y realmente no es así”
Sin embargo, no todos los actores del problema del comercio en calle son visibles. Según estudios del Ruvip, solo el 20.8 % de los vendedores informales comercializan con productos realizados por ellos mismos y el 79.2 restante vende productos manufacturados. Detrás de la gran cantidad de mercancía que se comercia existen grandes y medianas empresas surtidoras, que tampoco asumen una responsabilidad en lo referente al espacio público.
El mismo estudio indica que los dulces y cigarrillos son los productos que más ofrecen los vendedores informales en el centro. A pesar de eso las empresas tabacaleras no tienen una política encaminada al control o al manejo del espacio público. Así mismo pasa con las empresas de telefonía celular o de lotería.
 
Propuesta actual
[caption id="attachment_3501" align="alignright" width="300" caption="Carrera octava con calle 22. Foto: Jaime salazar"][/caption]
La nueva administración de Enrique Vásquez Zuleta, aparentemente, quiere apostarle a proyectos duraderos, encaminados a cambiar la mentalidad de la Pereira comercial y replantear la actual ciudad en otra más culta.
“Pereira no puede seguir diciendo que es la ciudad donde se comercia de todo, debemos hablar de la ciudad como una nueva sociedad basada en la ciencia y la tecnología. Es la única manera de cambiar el sistema que hemos tenido hasta ahora y que definitivamente no dio resultado… esta es una ciudad que en vez de estar ofertando servicios, depende de otras ciudades para suplir sus necesidades, y eso tiene su reflejo en la alta tasa de desempleo”, dice Olga Lucía Monsalve, actual subsecretaria de Planeación Municipal. Ella asegura que la solución está en invertir más en educación para tener sistemas propios de trabajo estables y duraderos.
Al parecer el gobierno local actual está comprometido con darle un giro a la Pereira conflictiva que ha encontrado. Aunque suena idealista la idea de cambiar el esquema social bajo el que la ciudad se ha desarrollado desde siempre, parece sensato que alguien diga que Pereira debe apostarle más a la educación que a los espacios de consumo.
 
Espacio público, mucho más que comercio informal
Actualmente, el crecimiento de las ciudades ha traído grandes cambios que han modificado las dinámicas sociales y de adaptación, y aunque el ser humano por naturaleza se adapta fácilmente, vale la pena preguntarse ¿qué tanto afecta el entorno en el comportamiento de las personas?
Los usos y costumbres sociales de los pereiranos ahora son diferentes. El cambio en la apropiación del espacio público puede verse reflejado en el abandono de los principales parques de la ciudad.
El parque de la Libertad ha tenido grandes cambios, sin embargo sus alrededores todavía hacen de este un lugar poco acogedor. La Plaza de Bolívar, aunque en el día es lugar de reunión, en la noche se transforma en burdel a cielo abierto, lleno de jóvenes que hacen del lugar una zona de comercio sexual. El parque El Lago, recién remodelado, después de las seis de la tarde es estancia de personas que con las manos en los bolsillos, mirada inquieta y actitud ansiosa pide de a 100 y 200 pesos a cuanta persona ven.
Esos factores hacen que la gente prefiera los centros comerciales. Según Germán Calle, presidente de la junta directiva de la Cámara de Comercio de Pereira y en el pasado presidente de la junta de Fenalco, la construcción de los centros comerciales responde a la copia de un modelo extranjero. En países con estaciones es necesario que los lugares de entretenimiento se encuentren en recintos cerrados que protejan de las inclemencias del  clima, pero ese no es el caso de Pereira.
Juan Pablo Arango, profesor de inglés, dice que “Pereira proyectada como una cuidad comercial, también requiere inversión en el aspecto cultural; no tenemos espacios suficientes donde podamos sentarnos tranquilamente a disfrutar de un libro sin la necesidad de cada tres renglones mirar quién nos viene a robar, por ejemplo. Urge proporcionar otro tipo de actividades distintas a caminar al rededor de un centro comercial, como reses en una corraliza”.
La ciudad se desarrolla en un ambiente consumista. Se ven muchos centros comerciales pero poco espacio para las expresiones culturales, solo hay un museo, y aunque hay tres teatros, Santiago Londoño, Lucy Tejada y Comfamiliar, tienen una oferta cultural limitada o esporádica y manejan precios elevados para el público popular.
Carlos Andrés Arias, técnico en mantenimiento electrónico y organizador de eventos, opina que falta conciencia ciudadana. “Amplían los andenes pero se llenan de puestos de ventas y cosas por el estilo y han creado varios puntos en la ciudad para que se ubiquen los vendedores pero ellos no lo hacen”.
Catalina Ríos, estudiante de Etnoeducación de la Universidad Tecnológica de Pereira, piensa que el espacio público de la ciudad no cumple la función del encuentro de los ciudadanos porque las personas no se apropian de él, y por otro lado dice que las ofertas para el disfrute en la ciudad, son muy limitadas. Marlon García, realizador audiovisual, otro ciudadano de a pie,  cree que “los andenes son una pesadilla, no hay forma de parar a hablar y en los parques no existen sillas para sentarse… los únicos que hacen un uso medianamente adecuado del espacio publico son los ladrones en la noche, lo conocen tan bien que saben donde esconderse”.
[caption id="attachment_3504" align="alignleft" width="300" caption="Foto: Jaime salazar"][/caption]
Las personas no encuentran mucho que hacer en la ciudad y aparentemente no ha habido interés por invertir en parques o plazas adecuadas para la estancia y disfrute de las personas. Además, las dinámicas de construcción de estos espacios también responden a modelos extranjeros, como lo explica el arquitecto Carlos Eduardo Rincón, en el caso de Colombia, que está influenciado por un modelo francés, en el que las plazas representan el poder de lo democrático y lo público, por eso son construcciones frías que buscan poder reunir en momentos determinados gran cantidad de personas y permitir las expresiones cívicas y políticas. “Los espacios alrededor de los cuales están los edificios emblemáticos usualmente seguirán con la tendencia de ser plazas”, dice.
Ahora, los centros comerciales recrean una miniurbe y son agradables pero la verdadera ciudad está afuera, y mientras los habitantes no se apropien de los espacios públicos la problemática actual no va a terminar.
 
De lo físico a lo psicológico
Los impactos del estrechamiento y el empobrecimiento del espacio público también tienen sus efectos en las emociones de las personas. El panorama no solo se queda en la incomodidad de habitar espacios congestionados, transitar por andenes y calles angostas y no tener lugares abiertos adecuados, sino que trae consigo toda una cadena de realidades. El estrés, ausencia  de de vida social y la pérdida de identidad son algunas de ellas.
En el libro ‘Psicología ambiental’ de Charles J. Holahan, algunos científicos aseguran que los ambientes ruidosos disminuyen la disposición de la gente a manifestar una conducta solidaria y así mismo motivan comportamientos agresivos. También revela que las personas que habitan en ambientes estresantes tienden a sufrir enfermedades como hipertensión, dolores de cabeza, trastornos estomacales y úlceras gástricas.
El estrés se da cuando las personas sienten que una condición ambiental representa una amenaza o excede su capacidad para superarla. Esto sucede por ejemplo con la contaminación auditiva, que en algunas zonas de Pereira es fuerte.
Según estudios realizados en el 2011, por  el equipo de salud ocupacional y gestión ambiental de UNE telefónica de Pereira, en la carrera Novena con calle 18, zona de alto tráfico vehicular y presencia de vendedores ambulantes, el nivel de ruido detectado es de 91,2 decibelios (dB). También en la carrera octava con calle 17 se registra un nivel de 86,4 dB.
El Decreto 8321 del 4 de agosto de 1983 del Ministerio de salud y Resolución 1792 de 1990 y Decreto 2400 de 1979, emanados del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, fijan los límitespermisibles deruido (ver cuadro).

En ambos sitios de la ciudad no solo se excede el nivel de ruido permitido, sino el tiempo máximo al que una persona debería estar expuesta a tales niveles.
Según declaró Juan Carlos Vélez, personero municipal, en un artículo publicado en La Tarde el 18 de abril del 2012,  la Alcaldía de Pereira, responsable de controlar los excesos de ruido, no está ejecutando las acciones pertinentes. Hay unas 10 demandas por no controlar el ruido y a diario hay quejas de eso. En el mismo artículo Hugo Hincapié, técnico administrativo de la Carder, explicó que el problema del ruido es que hay actividades inadecuadas para algunas zonas . Y agregó que el estudio contratado por la Alcaldía Municipal para este tipo de revisiones no se ha renovado.
Julio Gómez, subdirector de la Carder (Corporación Autónoma Regional de Risaralda) opina al respecto que los que  también fallan son los encargados de proyectar el desarrollo urbanístico de las ciudades. “Estamos desarrollando y planeando ciudades para carros, no para seres humanos. De ahí que uno encuentra una ciudad totalmente descontextualizada del entorno humano. Una ciudad sin andenes para las minusvalías, agresiva en los entornos colectivos. Una ciudad que desde el mismo diseño arquitectónico estresa. Se hace necesario pensar en una ciudad humana, en armonía con la naturaleza”
La ausencia de parques adecuados para la socialización es otro factor que anula las relaciones interpersonales de los ciudadanos, lo cual destruye lazos importantes en la construcción de sociedad. La falta de sillas, de sombra, o de zonas verdes es lo que hace que las personas abandonen las plazas y “espacios públicos abandonados, sucios, invadidos son generadores de violencia, eso se demostró por estudios de campo, a mayor caos en el espacio público mayor incidencia de delito”, dice Gómez.
La identidad de grupo, como el sentimiento derivado de pertenecer a un colectivo humano más amplio, se nutre en los espacios que la ciudad proporciona. En Pereira, con pocos lugares para compartir y con pocos proyectos encaminados a promover actividades de disfrute colectivo, las personas están perdiendo de vista esas características y sentimientos comunes como ciudadanos, lo que a su vez determina el poco sentido de pertenencia que se tiene con la ciudad.
Gómez insiste en que “tenemos un recurso espacial finito y el hombre se metió en una carrera loca de crecimiento, más carros, más consumo con unos recursos limitados” y agrega que el ciudadano es el que tiene que tomar decisiones y elegir ir al centro comercial o habitar los parques y negocios populares.
 
[caption id="attachment_3502" align="alignright" width="300" caption="Foto: Jaime salazar"][/caption]
“Que la ciudadanía se apropie de su ciudad”
En el 2013,  Pereira celebrará su sesquicentenario, y para ese año hay proyectos con los que se busca, es darle una resignificación a la ciudad, apoyada en un trabajo colectivo en el que tanto ciudadanos, empresarios y actores políticos se comprometan a su desarrollo.
Olga Lucía Monsalve, subdirectora de Planeación de la Alcaldía, pinta un panorama esperanzador, con proyectos como ‘Pereira conserva y aprovecha los recursos naturales’,  “se busca que volvamos a  utilizar los ríos como debiera ser y no dándoles la espalda, utilizar de buena manera los servicios eco sistémicos que tenemos… somos el segundo país más rico en biodiversidad y no nos preocupamos por tener una buena relación con esos elementos naturales”.
Quizás este sea un momento para preguntarse si solo se es habitante o se es ciudadano, con derechos pero también con deberes. Si se quiere una mejor ciudad, con espacios públicos adecuados, con oferta de actividades para todo tipo de gustos, con ambientes más respetuosos y solidarios, los ciudadanos deben comprometerse con la ciudad que les pertenece.
Germán Calle reflexiona que “tenemos que empezar por lo primero, la actitud del ciudadano. El ciudadano se sentó a decir, el abandono del parque, el descuido de la ciudad, dejemos ese desgano y digamos: que lindos están nuestros parques y ocupémoslos…  no podemos esperar más que el Estado nos haga el oficio de nosotros… el Estado puede poner todo lo que quiera pero mientras el ciudadano no esté en una actitud solo de juzgar, sino de hacer, no hacemos nada”.
Es así pues, como todas las cartas están sobre la mesa. Es cierto que faltan políticas claras para mejorar la calidad del espacio público, sin embargo detrás de eso están los ciudadanos, que más que habitar un espacio, son responsables de su propio entorno y pueden exigir dando.
 


 “Estoy seguro de que podemos adaptarnos a la basura, la contaminación y el ruido. Esa es la verdadera tragedia (podemos adaptarnos a eso). A medida que nos adaptamos aceptamos condiciones cada vez peores… es vital que nos comprometamos a resolver tales problemas, como sociedad y como nación, no porque nos amenace la extinción sino porque, si no entendemos lo que el ambiente nos está haciendo, tal vez suceda algo peor que la extinción: una degradación progresiva de la calidad de la vida humana”.

René Dubos, científico francés

Citado del libro Psicología Ambiental de Charles J. Holahan

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